La crisis hídrica, la presión regulatoria y una ciudadanía más crítica transforman el modelo de operación del sector
En un entorno marcado por tensiones políticas, transformaciones tecnológicas y emergencias climáticas, el sector agroalimentario —incluyendo alimentos y bebidas— atraviesa uno de los momentos más complejos de su historia reciente. De acuerdo con LLYC, firma global de Marketing y Corporate Affairs, las empresas del sector además de enfrentar retos operativos y financieros, presentan dilemas estructurales que ponen en juego su legitimidad y sostenibilidad futura.
“La competencia ya no se define por precios o cuota de mercado. Hoy se compite por relevancia, licencia social y confianza”, subraya Catalina Barragán, Mexico Reputation & Leadership Director de LLYC.
Uno de los principales riesgos es la hiperregulación. Desde el etiquetado frontal hasta la posible ampliación del IEPS, las empresas deben enfrentar normativas más estrictas en un entorno donde el escrutinio sobre ingredientes, el impacto ambiental y el compromiso social es constante.
A este panorama se suma la crisis hídrica, que se ha convertido en una emergencia reputacional. Según el informe Radar México 2025 elaborado por la firma, el 34 % de la conversación digital sobre el agua en el país señala directamente a las agroindustrias y embotelladoras por la sobreexplotación del recurso. En estados del norte como Chihuahua, Sonora o Coahuila, la presión social y política por el manejo del agua va en aumento.
Por otro lado, el sector también enfrenta un vínculo creciente con los problemas de salud pública. El etiquetado frontal, las restricciones escolares y la crítica hacia ciertos ingredientes reflejan una nueva ética del consumo. “Ya no basta con cambiar fórmulas. Hoy los consumidores exigen marcas éticas, coherentes y empáticas”, añade Catalina.
Frente a este escenario, las empresas del sector agroalimentario están llamadas a redefinir su rol en la sociedad a partir de cinco principios estratégicos:
- Anticiparse desde la convicción: No esperar a la regulación, sino liderar compromisos reales con la salud y el medioambiente.
- Co-crear con la sociedad: Incorporar activistas, comunidades, expertos y autoridades en las decisiones clave.
- Trazabilidad y transparencia: Respaldar cada narrativa con evidencia, desde el uso del agua hasta los ingredientes.
- Innovación cultural: Escuchar y adaptarse a las nuevas exigencias de una ciudadanía más consciente.
- Gestión activa de crisis: Incorporar voceros preparados, escucha permanente y comunicación empática como parte del core operativo.
“Las empresas que no se transformen desde adentro serán juzgadas no por lo que hacen, sino por lo que deciden ignorar”, concluye.
El tiempo de actuar es ahora. El sector agroalimentario tiene la oportunidad de reposicionarse como aliado en salud pública, seguridad alimentaria y sostenibilidad. En esta nueva era, la reputación no se defiende: se construye.
Fotografía: Cortesía Sobre LLYC
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